MOMENTOS DE UNA TARDE CUALQUIERA



Soplaba el viento, la tarde
súbita se disipaba
dejando paso a la noche
con sus luceros de plata.
En el corazón del parque
el sauce blanco lloraba
castigado por el cierzo
que laceraba sus ramas.
A través de los cristales
de una vetusta ventana,
con la mirada perdida,
melosa y ensimismada,
una niña, seducida
por los reflejos de nácar
que la blanquecina luna
depositaba en su cara,
deshojaba margaritas
de inconsistente fragancia.
El viejo pueblo dormía
y la ventisca arreciaba.
Las luces, en los hogares
tenuemente se apagaban.
Jesús Angel Bordonaba.

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