DON QUIJOTE Y DULCINEA

En un lugar de nuestra historia, Aldonza, revestida de enaguas y jubones, pertrechada en idílicas jofainas de alabastro, cerámicas y cobre, perdura tiernamente en el cortejo del caballero andante cuyo nombre grabado en oro auspicia Valdepeñas, El Toboso y La Mancha con Belmonte, Almagro, La Solana, Tomelloso, Socuéllamos, Daimiel y alrededores. Don Alonso Quijano es el amado, un barbero nublado, loco y pobre. Con su vecina La Ancha, Dulcinea vadea ríos, cruza el Sur y el Norte, secarrales, estepas y trigales, monasterios, iglesias, ríos y ocres altozanos preñados de atalayas donde pétreas y enrevesadas torres aglutinan mesnadas de guerreros que divisan el diáfano horizonte. Amar sin padecer no puede ser, recita la espesura de la noche. A las puertas de un colosal molino cuyas aspas al cielo el miedo imponen se abrazan Don Quijote y Dulcinea, castellanos los dos. ...