En una noche sin luna y fría noche de Enero, bajo la capa de estrellas que prenden del firmamento, el cerdito y la cerdita se juran amor eterno y acrecientan en gruñidos el devenir de sus sueños. Él la mira y le acaricia con su hocico. Y se dan besos enlazando sus dos bocas en consentido cortejo. Y pasean por la granja… y se afanan sobre el heno… y alzan mullido forraje como improvisado lecho, estructurando un futuro plagado de luz y ensueño. Nunca hubo tanta poesía pertrechada en tanto verso. A la mañana siguiente, fría mañana de invierno, ataviado en sinsabores llega alterado el granjero, escupiendo maldiciones y bramando juramentos. Trae garrote en la mano y en el corazón veneno. Se aproxima a la cerdita y tras un grito severo, consigue embutirla a golpes en fría jaula de hierro. ¿Por qué…? -pregunta el cerdito- al ver lo que está ocurriendo. Se aproxima hacia su amada, que le sonríe en silencio, y le susurra al oído palabras de amor. Y un ...
Asentada en su retrete, una vieja deponía viandas que anoche comía en un peculiar banquete. Al ir a limpiar su ojete dijo en tono triste y quedo entre un bufido y un pedo frunciendo el ceño y la piel: “Por más que doblo el papel siempre mojo y mancho el dedo”. Jesús Angel Bordonaba
Cuando yo haya partido no me busques en tus sueños ni en un nicho blanquecino adornado con claveles y crisantemos marchitos. No me busques en la noche ni en los recuerdos baldíos ni en los pájaros del campo ni en los álamos del río que agitados por el viento susurran el nombre mío. Cuando quieras encontrarme sonríele al infinito y hurga en tu corazón que de ahí jamás me habré ido. Jesús Angel Bordonaba
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