DON QUIJOTE Y DULCINEA



En un lugar de nuestra historia, Aldonza,
revestida de enaguas y jubones,
pertrechada  en idílicas jofainas
de alabastro, cerámicas  y  cobre,
perdura  tiernamente  en el cortejo
del  caballero andante cuyo nombre
grabado en oro auspicia Valdepeñas,
El Toboso y La Mancha  con Belmonte,
Almagro, La Solana, Tomelloso,
Socuéllamos, Daimiel y alrededores.
Don Alonso Quijano es el amado,
un barbero nublado, loco y pobre.
Con su vecina La Ancha, Dulcinea
vadea  ríos, cruza el  Sur y  el Norte,
secarrales, estepas y trigales,
monasterios, iglesias,  ríos y ocres
altozanos preñados de atalayas
donde pétreas y enrevesadas torres
aglutinan mesnadas de guerreros
que divisan el diáfano horizonte.
Amar sin padecer no puede ser,
recita la espesura de la noche.
A las puertas de un colosal molino
cuyas aspas al cielo el miedo imponen
se abrazan Don Quijote y Dulcinea,
castellanos los dos.   Dos corazones
esculpidos en oro  hacen historia.
La Historia Universal de “Don Quijote”.


Jesús Angel Bordonaba




 


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